Reflexiones sobre la importancia de la tutoría en la Universidad.

Sociedad de Alumnos Musgoletus de la UFV en la Cima del Yelmo
Escucha mi reflexión en el PODCAST


Hola, soy Noelia Valle y en este podcast reflexionaré sobre la importancia de la tutoría en el ámbito universitario.

Desde que Fernando Trujillo nos plantease el reto de analizar el perfil competencial del maestro tutor y a pesar de haber realizado la propuesta formativa que se nos pedía sobre niveles educativos pre-universitarios, mi inquietud sobre la necesidad o el sentido de la tutoría en la universidad ha ido in crescendo.

Ajena hasta ahora a los entresijos del mundo educativo (desde su vocabulario, organización, metodologías, leyes…), y con una formación estrictamente científica, debo confesar que me encuentro en este momento abrumada por la cantidad de descubrimientos y de la literatura al respecto que necesitaré engullir más pronto que tarde. Así que, no tengo otra alternativa de momento, que basar mi reflexión en mi propia y humilde experiencia.

Comencé mis estudios de Licenciatura hace 25 años y desde luego, en ese momento la figura del tutor en la universidad era inexistente. En esa época, anterior a la llegada de internet, es decir, a la era digital, la Universidad española comenzaba a acercarse al proceso globalizador en el que acabaría inmerso años más tarde, el llamado Proceso Bolonia, un acuerdo impulsado por las universidades europeas en 1999 con el objetivo de modernizar el sistema de educación superior. En el año 92, el año en el que el mundo nos situó en el mapa gracias a los Juegos Olímpicos de Barcelona y la Expo de Sevilla, los profesores de la UniversidadComplutense y sus futuros alumnos nos enfrentábamos a un nuevo sistema de asignaturas cuatrimestrales, créditos, asignaturas troncales, obligatorias, optativas o de libre configuración, nuevos itinerarios y especialidades, nuevas prácticas… Los cambios que inauguramos ese año fueron la antesala de lo que acabaría siendo la incorporación de la universidad española al espacio Europeo de Educación Superior.

A los problemas que surgían de la adaptación a los nuevos cambios en el curriculum, se sumaban los problemas tradicionales de la Universidad como la masificación en las aulas, que dejaba al alumno desatendido y despersonalizado.
Sin embargo, nunca tuve un tutor u orientador en mi época universitaria. Y ni siquiera mis padres, que carecían de educación superior, pudieron guiarme en ese proceso.
Si bien, aún en esa época de despersonalización de la educación superior, la tutoría sí que estaba presente en la siguiente etapa universitaria, lo que ahora se llama postgrado. Durante mi tesis doctoral, el papel de mi tutor fue fundamental en mi proceso de desarrollo profesional e incluso personal. Quizás la universidad relegaba sus esfuerzos de mentorización en aquellos alumnos que alcanzaban esta última etapa de formación superior y que en muchos casos pasarían a formar parte de su equipo docente.


Como he dicho, de esto ha pasado ya mucho tiempo, y ahora vuelvo a estar inmersa en la vida universitaria como profesora. El cambio que percibo, sin embargo, va más allá de mi nueva condición. El cambio está en la sociedad, en las personas que ahora se sientan en las aulas. Internet llegó a nuestras vidas en el año 97, cuando yo terminaba la carrera. Ya en ese año Guerrero Castro decía que el profesor debía adaptar su discurso y sus estrategias a los alumnos de la sociedad de la información que ahora llegaban a la universidad. El profesor dejaba de ser fuente exclusiva de conocimiento, y a cambio, debería actuar como guía y orientador de los alumnos para facilitarles el uso de los recursos y las herramientas que necesitaban para explorar y elaborar nuevos conocimientos y destrezas.
En este sentido, el profesor sobre todo deberá ser: un estructurador de la materia que imparte, un motivador del alumnado, un guía-orientador en los procesos de aprendizaje, maduración y desarrollo global del alumno, y un evaluador de esos procesos.
Como explicaba Jesús Salinas en el año 2000, esto conlleva nuevas responsabilidades en el profesor universitario. Ahora, no sólo debe estar al día de los descubrimientos de su campo, sino que debe atender al mismo tiempo a las posibles innovaciones en los procesos de enseñanza-aprendizaje y en las posibilidades de las tecnologías de la información y la comunicación.
¿Cómo es posible entonces, que aún queden profesores aferrados a la clase magistral?

Pero siguiendo con la importancia de la tutoría, García Nieto en su Guía para la labor tutorial en la universidad en el espacio europeo de educación superior, propone que el profesor universitario ha de añadir a sus funciones tradicionales como docente e investigador una tercera función como tutor… 
La tutoría en la universidad será responsable del aprendizaje integral, más allá de la mera adquisición de conocimiento, ya que se convierte en prioritario el desarrollo de competencias, destrezas, habilidades y actitudes.

Si tenemos en cuenta nuestra experiencia previa de maduración en total autonomía, no es de extrañar que a muchos profesores les parezca que la acción tutorial universitaria carece de sentido. Como dice mi compañera Ana en su podcast El mito del Ave Fénix en la acción tutorial, podemos sentir que estamos aniñando a nuestros estudiantes. Pero la preguntan que debemos hacernos es ¿puedo hacer algo que les ayude a conseguir el máximo aprovechamiento de sus potencialidades y recursos?.

Hay además, muchos factores que confluyen en la consideración de que la tutoría es un elemento crucial en el contexto actual universitario: que la universidad siguen estando aún más masificada que antes, el curriculum abierto, la cantidad de alumnos que no terminan sus estudios universitarios, la propia idiosincrasia del alumnado que no dispone en la mayoría de los casos de la madurez y autonomía necesaria, y por otro lado los riesgos y problemas propios de su edad.   
Todas estas razones son suficientes para justificar una acción tutorial universitaria, donde el alumno se sienta acogido, escuchado, apoyado, orientado y asesorado.


Viaje de Estudios a Munich con 1º curso del doble grado Biotecnología-Farmacia de la UFV. 2017.

Desde hace 3 años soy Profesora Encargada de Curso, así es como se llama a los tutores en la universidad donde trabajo. Es una tarea que he aceptado con agrado porque tengo el convencimiento pleno de su necesidad.
Pero es verdad, que hasta este año nuestra misión consistía en recibir las quejas que recogían los delegados de clase, atender a algún padre disgustado y dar el aviso nada agradable de apercibimiento por rendimiento insuficiente. En el último año, sin embargo, nuestro centro está haciendo importantes esfuerzos en dar protagonismo a la figura del tutor, como parte de la propuesta de formación integral en la universidad.
Lo que falta a mi entender, es que todos los profesores se conciencien de que esta figura es parte de nuestra obligación como profesor universitario, que recibamos la formación necesaria, que se nos libere de créditos u otras tareas de gestión para poder asumirla con responsabilidad y que dado que no todos vamos a poseer el perfil competencial ideal para ejercer esta labor, como nos proponía Juan Vicente Abad, tengamos un equipo directivo que lidere esta tarea y nos facilite la labor.

Yo soy una mujer de ciencia y como tal soy más práctica que teórica. Así que durante estas dos semanas de reflexión, decidí dar un paso al frente y tomar las riendas de propia acción tutorial. De momento dos acciones nuevas me han posicionado como la profesora encargada de curso que creo debería ser.
  • He creado un grupo de telegram con mis alumnos. Esto ha facilitado enormemente la comunicación con todos ellos, una comunicación que antes se limitaba a los delegados de clase.  
  • El viernes pasado, realicé una actividad con todo grupo fuera del horario de clase. Inspirada por las dinámicas realizadas en las clases de Fernando Trujillo, y de María Acaso y Clara Megías, les propuse comer todos juntos y realizar una serie de dinámicas de grupo. Para mi sorpresa, a pesar del poco tiempo para organizarlo, y de ser viernes por la tarde la mayoría del grupo acudió a la cita. Creo que la mayoría acudían movidos por la expectativa o porque realmente necesitaban ser escuchados. Comimos juntos, nos divertimos, y conseguimos crear un ambiente distendido y de confianza. Y entonces surgió la magia. Mis alumnos hablaron con confianza, y me mostraron sus inquietudes, sus necesidades, sus miedos, sus quejas… Ellos necesitaban ser escuchados y yo como su tutora tenía la obligación de hacerlo. Al pedirles que escribiesen en un papel lo que peor valoraban de la educación que recibían surgieron cosas como: favoritismos, poca interacción alumno-profesor, profesores sin vocación, sin pasión, profesores pasivos, fomentar memorización, que se les juzgue por su apariencia o persona, los prejuicios, que se les trate como a inferiores, limitar el valor de una persona a un número,…
 No sólo estamos formando a futuros profesionales, estamos formando sobre todo a personas. Ellos reclaman lo mejor de nosotros, y nosotros tenemos la obligación de dárselo.

Es cierto que para un profesor universitario ya es difícil enseñar bien e investigar al mismo tiempo manteniendo los niveles exigidos de productividad docente e investigadora. Y que este papel añadido como tutores entraña una especial dificultad por la falta de tradición y por nuestra formación, que no va más allá de lo estrictamente académico o profesional.  Concienciarnos de este cambio y recibir la ayuda institucional necesaria serán la base fundamental para que la acción tutorial en la universidad sea también una realidad.


Jornada de escalada de la Sociedad de Alumnos Musgoletus de la UFV. 2017.


Bibliografía:
(1) Real decreto 1393/2007. BOE 260, 30/10/2007. 
(4) Ana Henández. El mito del ave Fénix
(5) José Angel Agejas. La ruta del encuentro. Universidad Francisco de Vitoria. 2013.

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